Juliana Moisés ganó la primera edición recibió el Premio CIAFBA a la Excelencia en Investigaciones Agroalimentarias Sostenibles, organizada por la entidad bonaerense, con su tesis de posgrado “Utilización de Residuos Agroindustriales: Biotransformación, Evaluación de las Técnicas de Caracterización y Efectos en la Calidad del Suelo y el Cultivo de Trigo”, dirigida por Juan Alberto Galantini.
La entrega de la distinción, que consta de un millón y medio de pesos y un diploma, fue esta mañana en Av. Colón 80 con la participación de autoridades del ente organizador y la UNS.
Juliana Moisés, de 35 años, es bahiense, docente del Departamento de Agronomía y fue becaria en el Centro de Recursos Naturales Renovables de la Zona Semiárida (CERZOS- UNS-CONICET).
Lorena Elorriaga, es Ingeniera Agrónoma, y preside el Consejo Directivo Provincial de Ingenieros Agrónomos y Forestales, por lo que contó que dentro del Colegio de Ingenieros Agrónomos tenemos comisiones de trabajo que son consultivas y una de ellas es la comisión de Educación, y fueron los que de alguna manera impulsaron el proyecto que fue premiado.
Por su parte, el Ingeniero Barrenechea, afirmó que “nos abocamos a generar acciones en conjunto con la ciencia y la tecnología, y las universidades. Junto a Verónica Piñeiro, generamos esta iniciativa con los demás integrantes de la comisión, para no solo resaltar sino para premiar el esfuerzo que se genera en las universidades púbicas vinculados a la ciencia y la tecnología”.
Admitió que, si bien muchas veces esos proyectos tienen un reconocimiento, ya sea porque la tesis es mencionada en algún lugar o por otra situación, el Colegio de Ingenieros Agrónomos que brega no solo por el ejercicio legal de la profesión sino también por tener un ejercicio responsable en el ámbito de lo que son los agroalimentos.
Se presentaron dos proyectos que fueron seleccionados y evaluados por un jurado de notables investigadores representando a las cuatro regiones que tiene el colegio.
Juliana Moisés, la ganadora, destacó que “siempre me interesó más la vinculación de lo que es ambiente, con la parte agronómica, cursé, hice mi maestría orientada a eso y terminé mi doctorado”.
En su trabajo, analizó los componentes de los residuos de distintas actividades agroindustriales del SOB, como la cáscara de girasol derivada de la industria aceitera, alperujo de la obtención de aceite de oliva, residuos de la malta de la fabricación de cerveza artesanal, borra del aceite de soja, compost de estiércol bovino y residuos de la cosecha de cebolla, entre otros.
“Principalmente en nuestra zona vemos dos problemas muy grandes como la degradación de los suelos, y por otro lado la generación de residuos orgánicos sin un destino claro, que es un problema ambiental en sí mismo”, aseguró.
Muchos de estos residuos son difíciles de descomponer, lo que provoca contaminación y problemas de salud. Es importante destacar que, bajo condiciones adecuadas de manejo, los residuos orgánicos agroindustriales constituyen un recurso agronómico de alto valor como enmiendas y/o fertilizantes, además de reducir el riesgo de los efectos ambientales negativos que produce su concentración.
A partir del análisis, desarrolló además un bioestimulante para mejorar la salud de los cultivos, especialmente del trigo, que es el cereal más cosechado en la zona.