A 25 años del doble crimen que estremeció a toda la ciudad y la región. María Victoria Chiaradía y Horacio Iglesias, eran una pareja de novios de 19 años, cuando ese sábado 26 de agosto del 2000 los interceptaron en las afueras de Bahía para robarles el Chevrolet Corsa que era del padre de Horacio, quien llegó a ser Jefe de la Bonaerense, comisario mayor Héctor Iglesia.
Tras la investigación encabezada por el entonces fiscal Eduardo D’Empaire, fueron condenados los instigadores al robo del coche, el tallerista suarense Martín Goyeneche; el autopartista de 9 de Julio, Juan Antonio Corona y el vendedor de autos de Laferrere, Rubén Oscar Martín. Los dos últimos ya fallecieron.
Y también murió, en 2019, el único condenado a prisión perpetua como autor material del doble crimen, Gustavo Javier Ravainera, conocido como “Lagarto”.
Roberto Chiaradía, papá de Vicky, relató cómo vive hoy, “para nosotros es como si esto hubiera ocurrido ayer, no encontramos respuesta a porqué ocurrió todo esto, aunque la justicia ya dio su palabra de quienes habían instigado al robo del auto en el que iban los chicos y al autor material”.
Afirmó que no saben por qué pasó, además de que todos los días van al cementerio. Su vida se vio paralizada después del 27 de agosto del 2000, ya que asegura que nunca más vacacionaron, ni proyectaron nada en sus vidas.
“Nos levantamos a la mañana, hacemos las compras, llega el mediodía, la tarde y la noche y ya está, no proyectamos nada, seguimos viviendo sin María Victoria y es muy difícil exteriorizar el sentimiento, era mi única hija”, dijo Roberto.
Todavía la pregunta que da vueltas en la familia es el “Por qué”, siguen sobreviviendo, admitió y están igual que desde el 2000, la forma en la que viven después de haber encontrado a los chicos es lo mismo que sienten hoy.
Recordó que lo más doloroso fue ir a testificar que era el cuerpo de María Victoria, con dos tiros en la cabeza, “eso fue tremendo para mí, era una obligación civil ir y hacer ese trámite, pero es el cuchillo que más me entró”.
Las últimas horas de Victoria, fueron cuando les dijo que se iba a ir con Horacio al cine y fueron las últimas palabras que Roberto no sabía que iba a escuchar de su hija.
Con todo el dolor de padre, reconoció que se queda sin palabras porque tenía una vida por delante. Aunque admite que quedaron algunos cabos sueltos por parte de la justicia para saber por qué ocurrió todo esto, “no encuentro la forma de explicármelo”.
“Voy por la calle caminando y la gente me para, me da un beso y me dice fuerza Roberto, eso para mí es significativo, me suena el teléfono de gente conocida y que no conozco, eso ha sido emblemático”.