Vaya que tuvo que sufrir Atenas para regresar a la Liga Nacional. Fue un camino largo, que incluyó viajes por el norte del país a clubes a los que nunca había visitado y donde no valían los nueve anillos obtenidos en su historia en la máxima división. La realidad era otra, aunque hubo algo que no cambió: el apoyo de su gente, que copó el Cerutti durante toda la temporada. Y en el quinto duelo de las finales de la Liga Argentina (sí literalmente agotó todas las instancias hasta lograr el objetivo), el estadio estuvo repleto para vivir el triunfo ante Racing de Chivilcoy por 80 a 57 que liquidó la eliminatoria (3-2 el global) y que permitió el desahogo que toda la institución tenía atragantado desde el momento en el que había perdido la categoría.
Se notó la tensión desde el minuto cero. Incluso, antes de que el árbitro diera el silbatazo inicial. Se sabía que era un partido a todo o nada. La meta estaba tan cerca para ambos que no tenían margen de error. Era la gloria o la tristeza. Y todos esos sentimientos se vieron con intensidad. Hubo altos y bajos. Aciertos y errores. Pero en todo ese río revuelto la ganancia fue del local, que supo mostrar la chapa.
Atenas, por su parte, continuó gambeteando los peligros. Zafó en varios momentos de los playoffs, salió de las difíciles y siempre siguió por su sueño. Uno que había arrancado el 14 de octubre con la victoria ante Sportivo Suardi y que finalizó en el mismo lugar con el éxito vs. los de Chivilcoy.
Como si fuera una película, el Griego vio pasar cada fotograma del recorrido como si fuera una ráfaga. Una que terminó de la manera más soñada: con el título en una de las categorías más competitivas del básquet nacional.
Bienvenido de vuelta a la élite, Atenas. ¡Salud, campeón!
(Olè)