Las encuestas internacionales más recientes indican que son subidos a las redes sociales las fotos y vídeos de más de ocho de cada 10 bebés, y que en el 42% de los casos son aprovechados para ridiculizarlos, de acuerdo con la información de Microsoft.
Un estudio “Not at the dinner table: parents and children’s perspectives on family technology rules”, elaborado por las universidades de San Francisco y Michigan, especifica que el 56% de los padres comparte información potencialmente vergonzosa de sus hijos, el 51% da datos con los que puede localizárseles y un 27% cuelga fotos directamente inapropiadas.
En Reino Unido, un estudio publicado por la compañía Nominet señala que los padres publican en redes sociales cada año alrededor de 200 fotografías de sus hijos menores de 5 años.
Esto significa que antes de cumplir los 5, circularán 1.000 imágenes de cada uno.
El repertorio abarca: bebés que duermen plácidamente, chapotean en el baño, estrenan orinal, juegan alegres en el parque o muestran un sin fin de vivencias encantadoras para los padres, pero peligrosas para los menores.
A falta de datos actualizados, una encuesta elaborada por la firma de seguridad informática AVG en 10 países agrega elementos: el 23 % de los niños tiene presencia en línea incluso antes de nacer porque sus padres publican imágenes de las ecografías durante el embarazo.
El porcentaje se dispara rápidamente, hasta el punto de que el 81 % está en internet antes de cumplir los 6 meses. Y sigue aumentando en los primeros años de la infancia.
Se le llama “sharenting” al acto de compartir y “parenting” (paternidad) cuando se documentan las primeras sonrisas, palabras, pasos y cada una de las leyendas que se incluyen en Facebook, Instagram y otras redes sociales .
En una práctica tan habitual se convirtió que el diccionario británico Collins incluyó ese anglicismo en sus páginas en 2016. Desde entonces, el fenómeno no deja de crecer.
La página oficial del Gobierno nacional ratifica que no es delito compartir esa información privada en las redes, aunque obviamente no pueden contar con el consentimiento de quienes pueden ser víctima directa de un eventual escarnio con material difundido, inocentemente, de cuando no tenía uso de razón y ni siquiera estaba enterado.
Sí recomienda configurar la privacidad y seguridad de las redes sociales para que solo las personas que sean autorizadas puedan ver lo que se haya compartido.
Además, que sean leídos los términos y condiciones de las redes a fin de saber qué se hace con las imágenes o vídeos cargados.
Y recuerda que las fotos de menores desnudos son propicias para ser utilizadas por redes de pedofilia.
Tienen sus bemoles tales advertencias: aunque los padres hayan limitado la exposición de su perfil haciéndolo privado, en ocasiones los propios conocidos o familiares comparten esas imágenes que les llegaron por las redes (incluso sin disponer de una autorización para hacerlo), con lo que amplían ese alcance que puede llegar a tener la fotografía.
Las redes se cubren con letra chica, y en el apartado “Permisos que nos concedes”, se especifica lo siguiente: “El contenido que creas y compartes en Facebook y los demás productos de Facebook [Instagram es uno de ellos] te pertenece y ninguna disposición incluida en estas condiciones anula los derechos que tienes sobre él”.
El epígrafe se refiere a los derechos de propiedad intelectual, que siempre serán de la persona que suba la publicación.
Ahora bien, si se sigue leyendo, empiezan los matices. “Si compartes una foto en Facebook, nos das permiso para almacenarla, copiarla y compartirla con otros (de conformidad con tu configuración)… Puedes eliminar el contenido o tu cuenta en cualquier momento para dar por finalizada esta licencia. En cualquier caso, el contenido que elimines puede seguir siendo visible si lo has compartido con otras personas y estas no lo han borrado”.
Sobreexposición de menores
La expansión de las comunicaciones online fue exponencial y conecta en el mundo a 5.3000 millones de usuarios, en un universo en el que hay más de 1.130 millones de sitios web, aunque el 82% estaba inactivo hacia finales del año pasado.
Nada más que en Argentina 9 de cada 10 habitantes accede a la red.
La mayoría de los que intervienen en el tráfico cotidiano mantiene un perfil público en las redes, con lo que las imágenes podrían ser vistas indiscriminadamente.
Dentro de esa amplitud potencial, cuando los padres suben fotos o vídeos, exponen masivamente la intimidad de sus hijos, sin pensar en el impacto que puede llegar a tener en el futuro toda esa información personal online.
Es cierto que, actualmente, todos los datos personales quedan expuestos en distintas plataformas, y por eso, se corren riesgos de que éstos sean divulgados o utilizados con fines extorsivos, de burla y todo tipo de delitos que acechan en la ciberseguridad.
Cuando los padres comparten fotografías de sus hijos en las redes sociales, especialmente si son menores, puede que no sean conscientes de los riesgos que ello conlleva.
Se da por sentado que deberían ser los principales interesados en garantizar y proteger la imagen de sus hijos y también los más indicados para buscar su bienestar por encima de todo.
Es decir que en la toma de decisión previa a la publicación de imágenes, la protección del interés superior del menor y de sus derechos individuales debería prevalecer sobre otros intereses.
UNICEF va más allá cuando remarca los derechos de los niños y la necesidad de que tomen acciones para proteger su privacidad e identidad en línea.
“Ningún niño será objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia ni de ataques ilegales a su honra y a su reputación. El niño tiene derecho a la protección de la ley contra esas injerencias o ataques”, afirma el artículo 16 de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño.
Las limitaciones legales para proteger a víctimas inocentes de delitos, como pueden ser los niños, llevan a que los especialistas hagan hincapié en la educación, a fin de que, participar en los espacios de comunicación abiertos, como los medios sociales, se haga en forma consciente y responsable.
Implicaría disponer de un mayor conocimiento y, sobre todo, comprensión de las condiciones de uso y políticas de privacidad que presentan estas plataformas, de acuerdo con las recomendaciones de práctica.
Pero también en profundizar en el alcance de la información que se publica y en los riesgos potenciales que pueden derivarse del uso que hagan otros usuarios de ella.
Fuente: NA