En Copacabana, en pleno corazón del Río de Janeiro más turísitico, se habla español, no brasileño. La invasión de hinchas de Boca para la finalísima ante Fluminense es, según muchos, la “mayor movilización de una hinchada visitante para un solo partido en la historia del fútbol”. El mayor ejemplo fue el banderazo de anoche en Copacabana, donde miles de hinchas xeneizes mostraron que en esa ciudad mandan sus colores.
Desde ese niño que vimos al que le habían vendido la Play para venir a Río, hasta gente más humilde que ha ‘empeñado’ su coche a plazos o vendido todos los objetos de valor que tenía en casa. La idea, conseguida, llegar a Río para seguir la pasión bostera.
Y ojo, muchos vienen sin entrada. De los más de 100.000 que han viajado a Río por tierra o aire, sólo 23.000 tienen, se calcula, entrada. Más de 80.000 se quedarán en la calle viendo el partido. Y el problema es que el Gobierno de Río no va a habilitar el mítico Sambódromo para los xeneizes que se queden fuera del estadio. Es decir, no hay un sitio concreto aún para albergar a todos esos xeneizes sin entrada.
Eso sí, los incidentes del jueves (ataque de torcedores del Flu a hinchas de Boca y represión de la Policía brasileña) se han quedado en eso, y ayer, viernes, ya hubo calma tensa en Río. La seguridad ha sido reforzada de forma urgente tras una reunión entre las autoridades locales y los presidentes de ambos equipos. Se quiere una Finalísima en paz, pues será un evento que verá todo el mundo.
La Barra de Boca llegó ayer a Río, y un enfrentamiento con la de Flu sería cosa más seria. “¡Qué risa que me da, ahora ya estamos todos, que nos vengan a buscar!”, cantaban en ese banderazo. “¡Te copamos Río, brasileño pecho frío!”, era otro de los hits. Y es que la pasión bostera es difícilmente comparable a cualquier otra en el mundo.
A algunos kilómetros de distancia, en Barra de Tijuca, cerca de la sede de la Villa Olímpica de Río 2016, descansaba el equipo, en el que Edinson Cavani, ex del Valencia, aparece como estrella del firmamento.
(Marca)