Nélida Rodríguez Agesta, fundadora del Hogar Mamá Margarita, falleció a los 84 años. Nela durante 40 años estuvo al frente del espacio en el cual se brinda cada día asistencia y alimento a miles de personas, sobre todo niños y jóvenes, que además reciben asistencia espiritual y médica.
Junto a su esposo, Jorge Agesta comenzaron con el Hogar cuando se les fundió su pequeño almacén. Sus 4 hijos tenían entre 12 y 20 años y la directora de la escuela donde iba el más chico había comentado que algunos nenes se desmayaban de hambre. “Eso fue un sacudón”, dijo Nela en una entrevista, y “cuando fui a misa ese domingo la lectura fue tan exigente que no me dejó dudas”: supo que el llamado era para ellos. Consultando con Jorge y sus hijos, decidieron hacer un comedor: con lo que les había quedado del almacén sabían que tenían mercadería como para dos meses y fue justo así… a partir de ahí, todo fue una sucesión de pequeños milagros…
Sólo cinco años acompañó Jorge a Nela en el comedor; ella dice que Dios se lo llevó porque Jorge era el que sabía “llevar las cosas”… así que si el comedor siguió funcionando y creciendo fue porque Dios estaba interviniendo directamente, “valiéndose de nosotros, que somos sus débiles instrumentos”.
Nela permitió que se formara una pequeña comunidad con la gente que la Providencia le mandaba: las mamás de los chicos que viven allí, Mirta, la cocinera, el Obispo Marcelo, el doctor Jorge, Don Enrique, y tantos, tantos más: gente de la más distinta formación, creencias y nivel socioeconómico. Juntos alquilaron y después compraron algunas casitas cercanas, con los patios conectados y hoy es el “Hogar Mamá Margarita”.
Allí viven y se educan 70 chicos que el juzgado de menores le confió en custodia, en pequeñas casitas, acompañados por trabajadores sociales y educadores que los ayudan a hacer los deberes que traen de la escuela. También funciona un coro, se reúne un incipiente partido político y se fundó un centro de estudio de nivel superior de adultos gestionado por Cáritas.
También funciona una panadería que cocina el pan para el comedor del hogar y para otros comedores, y cada sábado les regala el pan a los exploradores y a todos los oratorios que dependen de la parroquia. “A nosotros no nos da ganancia la panadería pero lo necesitamos para nosotros y para ayudar a tantas actividades que se hacen”.