En uno de sus frecuentes viajes de ruta entre Bahía Blanca y Neuquén, Laura Tunstall se propuso llevar el amor que sienten los bahienses por los cubanitos para endulzar los paladares de los neuquinos, más acostumbrados a los churros y las tortas fritas. Su idea caló primero en otros migrantes de su ciudad natal, pero hoy ya forma parte de la oferta gastronómica neuquina.
Para Laura, el punto de inflexión en la historia de Cubanitos Monkey fue la feria Neuquén Emprende, un programa de fomento al emprendedurismo iniciado por la Legislatura de la provincia y la Municipalidad de Neuquén que tiene a los gazebos de las plazas que convierte las buenas ideas en emprendimientos más sólidos. Así, la mujer de 61 años empezó a difundir los sabores de sus cubanitos, que eran un misterio para muchos neuquinos.
Nacida en Bahía Blanca, Laura llegó a la capital de la provincia hace 27 años junto a toda su familia, luego de que a su esposo lo trasladaran en su trabajo ligado al ferrocarril. “Siempre trabajé en comercios y viajábamos mucho a Bahía a ver a la familia. En cada viaje íbamos al Parque de Mayo y consumíamos cubanitos, porque allá son muy populares y el parque está lleno de carritos, incluso se hace la Fiesta del Cubanito”.
Durante los meses más fríos de 2019 el matrimonio empezó a hacer los primeros cubanitos. Pronto, y gracias al boca en boca, su clientela empezó a crecer. Meses después llegó el verdadero trampolín.
Las ferias fueron la oportunidad de dar a conocer sus productos. “Hemos estado en el Parque Jaime de Nevares y también en el hall de la Legislatura, son dos públicos muy diferentes pero muchos se entusiasman con los cubanitos. Como los elaboramos en el momento, la gente se queda fascinada con ver el armado, es algo que llama mucho la atención”, agregó.
Muchos clientes optan por comprar un solo cubanito para conocer el sabor o para endulzarse la boca mientras recorren el resto de los puestos o escuchan a los músicos convocados en esa oportunidad. Después, con ansias de más, vuelven por una docena que piden lista para llevar. “Muchos prueban los cubanitos por primera vez, por eso hacemos degustaciones”.
Con más herramientas y la feria como un foco de visibilidad, los cubanitos dejaron de ser sólo una receta para los bahienses instalados en Neuquén. Además de los tradicionales, rellenos de dulce de leche, Laura ofrece una versión bañada en chocolate y sabores más creativos, como crema moka (en base a café) y la pasta de maní que traen los famosos Bonobon. “Muchos se animan a probar pero siempre los clásicos de dulce de leche son los que tienen más aceptación”, dijo.
“Hace poco nos encargaron cubanitos para un cumpleaños de 15 que tenía una mesa dulce para la madrugada y el desayuno. Por eso, hicimos la entrega a las 3.30 de la mañana, y les tuvimos que explicar que no se pueden dejar preparados desde el día anterior”, aseguró Laura, que toma el cuidado de cada detalle como una ley inviolable para cuidar el prestigio de su marca.
Aunque los productos dulces ganan terreno en el invierno, la mujer aseguró que durante el verano se convirtieron en una compañía para las tardes de pileta. Incluso hubo otros emprendedores que se sumaron a la tendencia y ya los ofrecen en el río, donde los churros siguen siendo el antojo favorito de los neuquinos.
Un proyecto familiar
Laura y su esposo toman al emprendimiento como una forma de obtener ingresos extra, mantenerse activos y conectar con sus raíces a través de un alimento típico de sus tierras. Entre los dos, elaboran desde casa y ofrecen repartos a domicilio que, muchas veces, se escapan de las fronteras de Neuquén para llegar a Plottier, Centenario o Cipolletti.
En ciertas ocasiones, su hija de 26 años se ocupa de hacer los repartos o de atender a los clientes más fieles, que quieren satisfacer las ganas de cubanitos cuando Laura está de viaje o con otros compromisos. Así, toda la familia se involucró en el crecimiento de Monkey.
“Sabemos que es un producto que no se consume todos los días y que en Neuquén hay más cultura de churros o tortas fritas, pero hay muchos que los empezaron a encargar cuando quieren compartir algo dulce en un evento o en la oficina”, dijo. En las salidas por las plazas o por el Paseo Costero todavía no se impuso la tradición bahiense de culminar la tarde con uno de estos bastones crocantes, pero sí aparecen como una opción más de parte de distintos vendedores ambulantes.
De a poco, otros clientes que no traen la costumbre de Bahía tomaron esta delicia como una opción recurrente y hasta como una cábala. “Durante el Mundial de Qatar, algunos clientes nos compraron para un partido y como le iba bien a la Selección, lo empezaron a cumplir religiosamente. Argentina seguía ganando y ellos no se animaban a romper la cábala, a nosotros no se nos ocurría dejar de venderles porque no les queríamos cortar la suerte”, relató entre risas.
Aunque Laura no apunta al comercio masivo, consideró que hacer su actividad con cariño es la forma de avanzar hacia buen puerto después de muchos años de actividad laboral, cuando ya piensa en combinar el trabajo con el disfrute. Por eso, sus sabores no llegan a grandes volúmenes pero sí a un sabor cuidado que, a fuerza de harina y dulce de leche, te puede hacer viajar hasta Bahía Blanca en un solo bocado.
(La Mañana de Neuquén)