Esta semana se llevó adelante la audiencia número 48 de la Megacausa Zona 5, realizada por excepción el día Martes 14, en la que se escucharon cuatro nuevos testimonios. El juicio, donde se juzgan delitos de Lesa Humanidad, transita sus últimas audiencias para las declaraciones de testigos por parte del Ministerio Público Fiscal.
En primer lugar, se escuchó la exposición de la testigo María Teresa Buono, quien relató de manera virtual las circunstancias en que la familia de Pedro Benigno Gutiérrez supo de su asesinato. Buono, es cuñada de Pedro Gutiérrez, quien fue asesinado en un falso enfrentamiento en nuestra ciudad.
Pedro, conocido en la militancia como «Chino», era oriundo de la localidad de Junín, provincia de Buenos Aires, y militaba en la Juventud Peronista. Había estudiado en la Universidad Nacional de La Plata.
A fines de 1973, se instaló en Bahía Blanca junto a su compañera, Azucena Victorina Buono, huyendo de la represión desatada en aquella ciudad contra la militancia política.
El día 20 de julio de 1976, en horas de la tarde, Pedro Benigno Gutiérrez fue asesinado en una vivienda de General Paz al 200, a través de un operativo ejecutado por personal armado del Ejército y de la Brigada de Investigaciones de la Policía provincial.
La testigo narró que la pareja compuesta por Pedro y Azucena, se conocía desde su juventud, y ambos tenían una fuerte impronta de militancia social en su pueblo natal:
Tanto Benigno como su pareja, Azucena (conocida como «Mariana»), fueron a estudiar luego a la Universidad de la ciudad de La Plata, para después instalarse en Bahía Blanca.
«Para Julio del 76 mi hermana nos avisa», explicó la testigo, «llama por teléfono a Junín diciendo que Fuerzas del Ejército habían matado a Benigno y que lo fuéramos a buscar». «Familiares de él lo fueron a buscar a Bahía«, agregó
La familia volvió a Junín con el cadáver de Benigno y pudieron velarlo y darle sepultura allí. Según comentó, «para las dos familias y para el pueblo de Junín fue una gran conmoción«, y señaló que «todo el mundo conocía a los chicos».
En ese marco la testigo recordó la tensión y persecución de ese momento. «Yo entré al velorio con mi esposo y dos personas vinieron hacia mi como para detenerme«, detalló, «a lo que mi marido les dice ‘ella es María Rosa, no es Azucena’«.
Su testimonio da cuenta de que estas personas que pertenecían al Ejército estaban esperando a su hermana, la pareja de Benigno, para secuestrarla.
Al cumplirse un año del asesinato de Benigno, su madre -muy creyente- realizó una misa en el pueblo. «Le puedo asegurar que había más presencia policial y del Ejército que fieles» relató la testigo.
Cabe recordar que era muy común que la dictadura genocida infiltrara personas del servicio de inteligencia y utilizara estas misas, hechas por los familiares, para identificar y marcar gente que después era secuestrada.
Buono dejó en claro que su familia fue objeto de seguimiento y persecución en busca de Azucena su hermana, que también fue asesinada:
La testigo habló en profundidad de los detalles del secuestro y desaparición de su hermano menor, y se refirió a todo el recorrido realizado por sus padres en búsqueda de su hijo:
“Todo esto impactó muy mal. Hemos vivido una época dolorosa, hemos sido víctimas de una situación que nunca nos habíamos imaginado, sobre todo mi padre, que tenía respeto por el ejército, así como mi hermano respetaba la legalidad».
Por otro lado, recordó que «mi papa entró en una depresión, le afectó mucho, falleció del corazón«. Entre tanto, «mi mamá también tuvo depresión, pero ella canalizó lo suyo yendo a reunirse con familiares, con Madres«. «Es un cambio de vida pensar que nunca te vas a enterar quien fue, como lo hizo. Es una vileza», agregó.
Y finalizó su declaración aseverando:
«La justicia cuando llega tan tarde tampoco es justicia. La gente ni se entera de esto, nos enteramos los que somos parte, porque los medios están siempre lavándole la cabeza a la gente. Lo ven como lejano, pero yo tengo miedo que esto algún día tenga una repetición porque los que mandan siguen estando ahí, los poderes económicos».
«Lo hago por los compañeros, nada más que por ellos»
La tercera testigo, Teresa Celia Meschiati es sobreviviente del Centro Clandestino La Perla de Córdoba, donde estuvo secuestrada-desaparecida desde el año 1976 al 1978.
Allí, fue testigo del paso por ese Centro Clandestino de militantes que posteriormente desaparecieron en Bahía Blanca, como Cesar Antonio Giordano y Zulma Araceli Izurieta, víctimas en la Megacausa.
«Eran militantes de la Juventud Peronista en Córdoba. A él le decían ‘Braco’ y a ella ‘Vasca’. Estuvieron ahí en La Perla» relató al respecto, al tiempo que señaló: «Me acuerdo bien de Zulma Izurieta, era movediza, alegre».
«Estuvieron un tiempo y luego los trasladaron a Bahía Blanca. Eso lo sabemos por Villanueva», dijo en referencia a Carlos Enrique Villanueva, uno de los 37 imputados en este juicio, que participó tanto del Centro Clandestino La Escuelita en Bahía Blanca, como del Centro Clandestino La Perla en Córdoba.
La testigo también di detalles y características de la personalidad y de las acciones que realizaba el imputado en dicho centro clandestino:
«Era el número dos en La Perla en el 78. Ya prácticamente la perla estaba vaciada. Muy poca gente. Él se presentaba como Villagra, le decían el principito o el gato. Dijo que estaba casado y tenía un niñito de poca edad».
Para cerrar su testimonio expresó:
«Trato de hacer lo posible para testimoniar. Hoy es el juicio número once que participo, y lo hago por los compañeros, nada más que por ellos. Yo, nosotros, los volvemos a revivir cada vez que testimoniamos por ellos».
«Hasta la cara se me borró»
El ultimo testimonio de la jornada, realizado de forma presencial, fue el de Alejandro González hijo de Juan Carlos González, víctima desaparecida de esta Megacausa. (FOTO JUAN CARLOS GONZALEZ)
En el año 1976 González trabajaba en la Petroquímica de Bahía Blanca y vivía con su familia en esta ciudad. Por esa fecha, cambia de empleo, pasando a trabajar en una empresa de la ciudad de La Plata, siendo trasladado a trabajar a la localidad de Tartagal, provincia de Salta.
A fines de noviembre de 1976, cuando la víctima ya no habitaba en la ciudad, irrumpieron violentamente personas de civil en su domicilio mientras su familia aún se encontraba viviendo allí.
En los días posteriores, la casa volvió a ser allanada. Al tomar conocimiento de esto, González se presentó en la comisaría de Tartagal, quedando privado de la libertad en el acto y permaneciendo desaparecido hasta la actualidad.
En declaraciones previas, su esposa refirió que Juan Carlos participó en asambleas y protestas realizadas por el asesinato de un compañero de trabajo de la petroquímica, y allí había sido amenazado por la policía. Su compañera también realizó numerosas gestiones para dar con su paradero, sin resultado.
Su hijo Alejandro, quien contaba con tres años de edad al momento de la desaparición de su padre, declaró que «todo lo que tengo en mi cabeza, es por el vínculo familiar con mi madre«.
La familia estaba compuesta por su padre, madre (que se encontraba embarazada), un hermano de cinco años y él, que contaba con apenas tres años. En cuanto a la búsqueda de su padre, el testigo relató:
«Mi madre lo buscó durante muchos años, hizo cosas que no tengo ni idea, pero llevó mucho tiempo buscándolo hasta que lo dieron por muerto. Fue a comisarias, todas, a la departamental, hospitales, a todos lados».
Consultado sobre como impactó esto en su vida, manifestó no tener recuerdos de su padre. Al cierre de su relato testimonial, relató que:
«Hasta la cara se me borró, y es muy probable que en una familia bien constituida yo podría haber terminado mis estudios, tener otras metas, lograr otras cosas. A mi hermano lo mandaron a Tornquist, yo estuve internado en el hogar del niño, de adolescentes. Fue muy complicado en la crianza«.
Fuente: https://elagora.digital/