Por Fernando Delaiti, de agencia DIB
Irina Montoya, de 25 años, y María Dolores Sánchez, de 18, salieron de Chañar Ladeado, un pequeño pueblo santafecino, para hacer dedo hasta Comodoro Rivadavia, adonde se había mudado la familia de la más joven. Era toda una aventura de 1.709 kilómetros para ellas.
En la madrugada del 18 de febrero de 1998, llegaron desde Rosario en un camión a una estación de servicio ubicada sobre la ruta que conduce hacia Guaminí, al sudoeste bonaerense. Desde allí, y en medio de un fuerte temporal, siguieron su travesía en un auto, pero el viaje terminó una tragedia. Horas después, sus cuerpos aparecieron en un camino de tierra. Dolores estaba sin vida, mientras Irina, que agonizaba, murió poco después en el hospital.
La historia de las mochileras que querían conocer la Patagonia, rápidamente se convirtió en un caso que suscitó el interés de la sociedad. Y llevó a Eduardo Fermín Eliçabe a la cárcel con la pena de reclusión perpetua, aunque beneficiado por el famoso “2 por 1” recuperó la libertad antes de tiempo.
En el bar de la estación de servicio, las jóvenes consultaron a un mozo sobre cómo llegar hasta Bahía Blanca. Un camionero les dijo que no las podía llevar pero les acercó una solución: habló con el custodio de una agencia de seguridad que vigilaba camiones en tránsito. Él, en su Fiat Duna Weekend, estaba por salir hacia Bahía Blanca y las llevaría. Ese hombre era Eliçabe.
Lo que siguió después fue muy difícil de reconstruir. Aunque todo terminó de la peor manera. Unos 30 kilómetros antes del destino, por la ruta 33, el conductor se desvió hacia el camino a García del Río. Allí detuvo el auto, violó a Dolores y las mató a las dos.
Cuando la claridad del amanecer intentaba ganarle a la copiosa lluvia, un tambero las encontró. Pensó que dormían, pero un tiempo después al ver que no se movían se dio cuenta que algo había pasado. Dolores tenía un disparo en la espalda y otro en la cabeza. Irina, que aún agonizaba, había recibido un balazo en la nuca. Finalmente murió en el hospital Penna de Bahía Blanca.
Una escena complicada
Mientras la lluvia borraba todas las posibles pistas en la escena del doble crimen, Eliçabe partió rumbo a su casa de Bahía Blanca. Llegó alrededor de las 6.30, escondió una cámara de fotos que le robó a las jóvenes y la Beretta calibre 6.35 que usaba para su trabajo. A la pistola la puso en el interior de un parlante.
Miró un rato de televisión y se acostó junto a su mujer. Antes de cerrar los ojos, le acarició la panza de embarazada de ocho meses. A la mañana siguiente, cuando ya gran parte del país hablaba de las mochileras, Eliçabe pasó por la comisaría a contar una extraña historia de que las jóvenes podrían ser correos de la droga. De hecho, tiempo después, ya condenado, vinculó a la empresa para la que trabajaba con el tráfico de drogas.
Sin embargo, los testimonios clave fueron los del mozo que habló con las chicas, Carlos Lemos, y del camionero, Ricardo Acuña, quien había intercedido para que el hombre las llevara.
El domingo 22 de febrero la Policía allanó el domicilio de Eliçabe. Encontraron la pistola usada y la cámara de fotos Olimpus Stylus. El auto había sido lavado en su interior por lo que era complicado encontrar huellas.
El hombre que trabajaba como seguridad fue detenido, y a partir de allí empezó un derrotero de contradicciones. Hasta habló de una confabulación en su contra de policías, jueces y patrones. Pero nada prosperó. Las pruebas eran contundentes, como el ADN encontrado en el cuerpo de la joven abusada.
Condena, a medias
Ni el camionero Acuña, amenazado y “suicidado” meses antes, ni el mozo estuvieron presentes en el juicio que se realizó en marzo de 2000. Allí Eliçabe fue condenado a reclusión perpetua, en medio de insultos y llantos de los familiares de las jóvenes. Entre los presentes estaban los padres de José Luis Cabezas. Es que el abogado Alejandro Vecchi, quien intervino en el caso del fotógrafo asesinado, representó a las familias de las mochileras.
Los jueces encontraron culpable a Eliçabe de “violación, homicidio doblemente calificado reiterado y tenencia de munición de guerra”. El tribunal aplicó la pena máxima, que incluyó la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado, lo que determinaba que el condenado tendría que cumplir cerca de 25 años de prisión efectiva antes de estar en condiciones de solicitar la libertad condicional.
Sin embargo, y pese a que la pena fue confirmada por la Suprema Corte, el 30 de diciembre de 2010, pasadas las 17 horas, el asesino salió en libertad condicional favorecido por una caprichosa interpretación de la ya derogada ley del 2 x 1.
Tras un paso por una estancia familiar en Coronel Rosales, Eliçabe se fue a vivir a Mar del Plata, se convirtió en marino mercante y pasó varios años mar adentro contratado por una empresa pesquera. Según contó en 2018 el diario La Nueva, que logró hablar con él, por razones laborales se trasladó a Comodoro Rivadavia, paradójicamente la ciudad que era destino de las mochileras. seguía hablando de conspiraciones e inocencia.
Fuente: DIB