En 1845 el Estado nacional argentino estaba en construcción. Juan Manuel de Rosas era gobernador de Buenos Aires y encargado de las relaciones exteriores de la entonces Confederación Argentina. La lucha interna entre unitarios y federales sobre cómo organizar el país estaba candente, sobre todo entre correntinos, entrerrianos y santafecinos. Gran Bretaña y Francia querían establecer relaciones comerciales directas con esas provincias sin pasar por Buenos Aires ni reconocer la autoridad de Juan Manuel de Rosas.
En marzo de 1845, cuando Justo José de Urquiza (gobernador de Entre Ríos) derrota al oriental Fructuoso Rivera, en India Muerta, el triunfo federal parece definitivo, por lo cual las grandes potencias deciden intervenir: bloquean el puerto de Buenos Aires e ingresan por el Río Paraná, violando la soberanía nacional.
Francia, Inglaterra y Buenos Aires tenían constantes conflictos diplomáticos. Las potencias presionaban a Juan Manuel de Rosas para que pusiera fin a la guerra con la Banda Oriental y quitara las trabas al libre comercio y sus medidas aduaneras que protegían los productos nacionales. Obteniendo la libre navegación de los ríos, los europeos podrían recorrer sin problemas por el río Paraná y apoyar a Corrientes, provincia opositora al gobierno de Rosas. Esto permitiría que la acorralada Montevideo pudiera comerciar tanto con Paraguay como con las provincias del Litoral.
Las fuerzas invasoras buscaban ingresar por el Paraná pero las tropas nacionales, al mando del General Lucio Mansilla, se anticiparon en un estrecho recodo de ese río: la Vuelta de Obligado, en el distrito bonaerense de San Pedro.
En esa curva donde el río se angosta, las tropas comandadas por Mansilla, encargado de la defensa del territorio nacional, tendieron tres gruesas cadenas, de costa a costa, sostenidas sobre 24 barcazas para cerrar el paso.
El General Mansilla dividió su artillería en 4 baterías de sur a norte. La primera nombrada Restaurador Rosas, compuesta por seis cañones, al mando del Sargento Mayor de Marina Álvaro Alzogaray. La segunda fue bautizada General Brown, la componían cinco cañones y la comandaba el Teniente Eduardo Brown (hijo menor del Almirante). La tercera batería, llamada General Mansilla fue dispuesta sobre el nivel del río y contaba con tres cañones: la conducía el Teniente de Artillería Felipe Palacios. La última, denominada Manuelita, contaba con siete cañones navales y la conducía el Teniente
Coronel de Marina Juan Bautista Thorne. Junto a esta batería de costa un ancla afirmaba las tres gruesas cadenas que atravesaban el río, sujetadas en la margen opuesta por el bergantín “Republicano”.
Sabiendo que era casi imposible combatir a los invasores debido a la superioridad bélica y tecnológica, la estrategia se fundó en provocarles la mayor cantidad de daños posibles en sus barcos de guerra y en los mercantes, y provocar bajas en soldados y marineros, durante el tiempo en que tardaran en cortar las cadenas.
Los agresores, creyeron que no iban a tener inconvenientes al pasar, finalmente lograron avanzar, dejando un número de bajas en las tropas nacionales diez veces mayor. Si bien lograron cortar las cadenas, se encontraron con nuevos ataques en San Lorenzo y Tonelero, que si bien no les generaron daños significativos, les obligaron a vivenciar la hostilidad de la defensa nacional.
Tras la derrota en Vuelta de Obligado, la expectativa comercial para Francia y Gran Bretaña no fue lo que esperaban y regresaron sin cumplir el objetivo mercantil. Los ingleses levantaron el bloqueo en 1847, mientras que los franceses lo hicieron al año siguiente. Los tratados de paz recién se alcanzarían en 1849 y 1850.
Ese día, soldados argentinos repelieron la invasión del ejército anglo-francés, que pretendía colonizar los territorios de nuestro país. Pero el Gobierno de Juan Manuel de Rosas, respaldado desde el exilio por el general José de San Martín, preparó una resistencia y lo impidió.
El número de fuerzas enemigas superaba ampliamente en cantidad y modernidad de su armamento a las argentinas, que sin embargo no se amedrentaron y pelearon durante siete horas. De este modo, lograron que las tropas adversarias no pudieran ocupar las costas, objetivo necesario para poder adentrarse en el territorio argentino.
La resistencia a la invasión extranjera logró la defensa del país en términos de fronteras y comerciales. El acontecimiento sirvió para ratificar y garantizar la soberanía nacional, implicó la firma de un tratado de paz entre Argentina, Francia y Gran Bretaña, y quedó grabado en la historia como un símbolo de independencia, libertad y unidad nacional.
Día de la Soberanía Nacional
En 1974, los restos mortales de Juan Manuel de Rosas fueron repatriados, por lo que el historiador José María Rosa propuso al Congreso de la Nación Argentina sancionar el día nacional en su conmemoración. Así se instauró por medio de la sanción de la Ley Nº 20.770, el 20 de noviembre como Día de la Soberanía Nacional, en conmemoración de la Batalla de la Vuelta de Obligado.
En noviembre de 2010, año del Bicentenario de Argentina, la fecha fue promovida a feriado nacional mediante un Decreto promulgado por la entonces Presidente, Cristina Fernández de Kirchner.
Por las condiciones en que se dio ese enfrentamiento, por la valentía de los argentinos que participaron en él y por sus consecuencias, es reconocida como modelo y ejemplo de sacrificio en pos de la soberanía de la Nación.